Oh, señora mía ¿Cómo ha podido todo cambiar entre nosotros?
A menudo me pregunto si tu pensarás en esas noches, esas
tantas noches donde nos amábamos, penetrándonos el alma en cada beso el uno al
otro.
Aún puedo sentir mis dedos recorriendo tu piel hasta meterse
en el vaivén del sexo.
Pero todo ahora parece tan incierto, despertar de aquél
sueño me hizo llorar. No pude soportar la pena de no volverte a ver y por eso
hoy te he venido a matar, a matarme, a matarnos.
No llore señora mía, que sus lágrimas son puñales enterrándose
en mi corazón.
Déjeme evitarle dolor, deje clavar mi daga en su pecho, despídame
con un beso y después…adiós.
No hay comentarios:
Publicar un comentario